Con
escasos cuestionamientos, la historia del arte ha dado por sentado siempre que
el hecho artístico es una producción de Belleza. El estudio de la Estética y el
estudio del Arte, por tanto, han ido casi siempre en paralelo. Aunque no ha
sido necesariamente así en los orígenes, y de hecho la poesía no pasó a
integrar parte de lo que hoy conocemos como Arte hasta el Renacimiento. La
Belleza, tradicionalmente, se consideró un equilibrio de la naturaleza (la Gran
Armonía: el número perfecto), a la que el Arte debería recrear. Hacemos un
rápido recorrido por la historia de las
ideas estéticas, para concluir con una constatación: en el caso de la Poesía,
al menos desde fines del siglo XIX, esta identificación especular de arte y belleza
comienza a hacer agua. La convicción de que la naturaleza no tiene valores en
sí misma, sino los que les adjudica la conciencia humana; y de que la Gran
Armonía no puede expresar en toda su riqueza y paradoja la conciencia
desgarrada del hombre actual; permiten cambiar el eje de los antiguos
supuestos. El Arte contemporáneo abjura y denuncia la Armonía, pero no es a
pesar de sus manifiestos un empezar de nuevo, sino una batalla por romper (y
probablemente reconstruir) esa Armonía preexistente.
viernes, 20 de mayo de 2016
domingo, 17 de enero de 2016
El punto de Arquímedes y el triunfo del “homo faber”
Hannah Arendt empieza su amplio y fecundo ensayo "La condición humana", desbrozando los conceptos de “naturaleza humana” y “condición humana”, que a diferencia del uso que a menudo se le da en el lenguaje filosófico, no son para ella la misma cosa. En efecto, no podemos decir qué es un hombre, sólo podríamos decir quién es. La “naturaleza humana” según esta reflexión es un concepto inconsistente, de hecho si hubiera una “naturaleza humana” sólo un Dios externo a la humanidad podría definirla, y por eso todos los intentos de hacerlo terminan en la construcción de un dios, aunque fuere el “dios de los filósofos”. Lo que el hombre tiene, en cambio es una “condición” como tal, que la filósofa rastrea en los orígenes de la cultura occidental para identificarlo con la vita activa.
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