domingo, 17 de enero de 2016

El punto de Arquímedes y el triunfo del “homo faber”

Hannah Arendt empieza su amplio y fecundo ensayo "La condición humana", desbrozando los conceptos de “naturaleza humana” y “condición humana”, que a diferencia del uso que a menudo se le da en el lenguaje filosófico, no son para ella la misma cosa. En efecto, no podemos decir qué es un hombre, sólo podríamos decir quién es.  La “naturaleza humana” según esta reflexión es un concepto inconsistente, de hecho si hubiera una “naturaleza humana” sólo un Dios externo a la humanidad podría definirla, y por eso todos los intentos de hacerlo terminan en la construcción de un dios, aunque fuere el “dios de los filósofos”. Lo que el hombre tiene, en cambio es una “condición” como tal, que la filósofa rastrea en los orígenes de la cultura occidental para identificarlo con la vita activa.

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