En “El Nombre de la Rosa”,
el anciano y ciego erudito Jorge de Burgos se carga a un montón de monjes de su convento, para evitar que
descubran que entre los anaqueles de la Biblioteca se oculta la única copia de la segunda
parte de una de las más célebres obras de Aristóteles. Ya sabemos que en su
famosísima “Poética”, el filósofo griego habla sólo sobre la Tragedia, de lo que se
deduce, aunque nunca nadie la haya visto, que existió una segunda parte
dedicada a analizar la Comedia. El
apocalíptico asesino en serie medieval de Umberto Eco (que parodia a Jorge Luis
Borges, a mi juicio con injusticia, ya que pocos han habido en la literatura
con tanto sentido de la ironía –que es humor-
como el escritor argentino), pretende que nadie sepa que tan grande
autoridad intelectual pudiese haber aprobado la risa como un elemento
liberador, ya que él la considera un producto del Demonio.
¿Es la risa un producto del Demonio (suponiendo que el Demonio
existiese), es una grata gracia de Dios (suponiendo que Dios existiese), es un
acto físico y psíquico liberador de tensiones, es un relajante muscular y milagrosa
terapia de enfermedades, es el símbolo de la estupidez que caracteriza a la
raza humana, es un elemento revolucionario que permite expresar el desacuerdo
con lo instituido y lo convencional, es un nuevo “opio de los pueblos”?
Naturalmente, hay respuestas para todos los gustos. De manera que, en este
artículo, trataré de planear sobre ellas mezclando en lo posible algunas
reflexiones personales. Aunque parezca contradictorio, espero que no se mueran
de risa con mi intento.
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