lunes, 21 de diciembre de 2015

¿Qué es filosofar?

Hace ya unos cuántos años, en un artículo publicado en Buenos Aires en 1984, me refería yo a la consulta que hiciera la fundadora de la mítica revista cultural argentina Sur –Victoria Ocampo- quien le pidió que sugiriese el nombre que llevaría la publicación a José Ortega y Gasset. Me burlaba en esa nota de que Ocampo “Necesitaba la opinión de un ‘hombre superior’, que por supuesto no podía ser otro que un europeo, entonces filósofo de moda, aun cuando un español –la verdad, y sobre todo un filósofo español- es un europeo hasta por ahí nomás”.
Con los años, la vida y las lecturas –una ecuación que no tiene por qué resultar indefectiblemente positiva- me he dado cuenta de que aquella desdeñosa afirmación juvenil partía de una mera taxonomía, la que sin duda ha primado casi siempre en el campo intelectual de raíz europeísta (que tan hegemónico resulta en la Argentina de las últimas décadas): y es la consideración de que “filósofo” es solamente quien elabora y establece históricamente algún tipo de “sistema filosófico”, un completo, siempre grandilocuente y sobre todo dogmático aparato de reflexión que pretende contener en sí mismo todo el saber acerca del universo, del hombre y de sus presupuestos de pensamiento y representación. Para entendernos: mientras que Aristóteles, Santo Tomás o Hegel son filósofos; Séneca, Pascal (o Unamuno) son nada más que “pensadores”. Queda, incluso, otra categoría más despectiva todavía, la del mero “comentarista”, que supone alguien que se limita a comentar ideas ajenas. Como si la totalidad del pensamiento, entre en la categoría que se lo quiera categorizar, no fuera un constante comentar ideas ajenas, para encontrar a partir de ellas –por adhesión, rechazo o confrontación polémica- nuevas formas de pensar la realidad. ¿O es que existe algún desarrollo serio del pensamiento que parta de una idea absolutamente original, virgen, que no tenga relación con otras anteriores? Y no estoy negando aquí –todo lo contrario- el poder de la intuición, que es la base de toda creación. Pero hasta la misma intuición, se produce como respuesta – no necesariamente racional- a partir de un impulso generado por algo que le precede, por una idea que la motiva.


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