Varios autores han señalado el hecho
de que Antígona, la tragedia
sofocleana que probablemente sea la obra clásica más leída y comentada, ha sido
reelaborada y versionada por un sinnúmero de escritores, al mismo tiempo que
analizada e interpretada por otra numerosa cohorte de filósofos y pensadores;
pero el caso de María Zambrano es el primero en que la peripecia de la heroína
griega es “reescrita” literariamente no por un poeta o dramaturgo, sino por un
filósofo. Por eso es que probablemente –me adelanto a compartir ese
juicio- La tumba de Antígona es precisamente, en la extensa y densa obra
zambraniana, el texto donde la veleña encarna su concepto de la “razón
poética”. La obra –que con ciertas prevenciones podríamos llamar teatral- de
nuestra autora ha sido vastamente analizada, sobre todo en los últimos años de
uso y abuso de su nombre y figura. Sin embargo,
me gustaría agregar, tras una reciente relectura, algunas reflexiones
personales.
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